domingo, 7 de marzo de 2010

De la mujer en la arena

Tan sólo médanos y dunas y demás caprichos que el viento se dedica a esculpir en arena colmaban mi visión.
Hasta que la vi y de inmediato me entregue rendido a todo el esplendor de esta mujer de magnífica belleza, que parecía surgir de la propia arena.
Hipnotizado y sediento de ella en aquel abrumador desierto, descendí inconsciente del auto, deseando alcanzarla, hacer mío tan divino tesoro.
Así me fui acercando encantado, como bajo un poderoso hechizo, ansiaba posar mis manos sobre su cuerpo, que éstas se moldearan armónicamente con sus curvas perfectas y así sentirla real.
De inmediato entré en comunión con esta criatura única en un maravilloso y deslumbrante éxtasis, con mi deseo devenido al fin en tan anhelado acto este ser se unió a mi, forjando nuestros cuerpos un mismo trozo de carne, arena o como quieran llamarle.
Para asombro mío, mi mano nunca rozó su piel, pero igual sentíame uno con ella y no sólo con ella, sino con todo ese infinito mar de arena, me vi perdido en tal inmensidad. A pesar de su presencia, me encontré siendo aquél desesperanzado y solitario naufrago que, flotando diminuto en tal grandeza y líquida omnipotencia, sólo espera su muerte; en mi caso ser tragado de lleno por este infierno de arena. Pero saboree con gusto este pensamiento, mientras me hundía apasionadamente en todo su ser. Así me vi sumergido hasta el cuello en la arena, pero a mi cuerpo no lo sentía enterrado, sentía que éste ahora formaba parte de ese desierto, era la misma arena.
Toda resistencia sería en vano y no deseaba luchar contra ese destino que algunos considerarían desgraciado, lo acepté como el más hermoso regalo, con la más radiante felicidad en el apogeo de mi éxtasis, fui siendo arena…
Nunca hubiera previsto tan majestuoso final para tan mediocre vida como hombre, nunca más se supo de mi, pues los habitantes de aquel extraño lugar sin siquiera haber advertido la desaparición de tan odioso forastero pisotearon literalmente mi arenosa memoria y mi leyenda se esparció olvidada en ese desierto… Pero debo anunciar que aquéllos espíritus de insaciable curiosidad que osadamente se adentren en este desierto y se atrevan a contemplar de cerca los diminutos granos de arena, verán grabados en ellos parte de mi… y quizás vean también a esa bella y misteriosa mujer que llenó de tanta dicha y gloria los últimos instantes de mi miserable vida humana convirtiéndolos en algo sublime, de que me puedo quejar si en otra supuesta extinción de mi existencia humana mis restos serían polvo y todos sabemos, para mi fortuna, que la tan sobrevalorada arena es preciosa en comparación con el mugriento polvo.

1 comentario:

  1. hola gonzou,

    encuentro algo de tu forma de hablar en estos relatos, de tu forma de hablar, qe era lo qe conocía de vos hasta qe estuve leyendo algo desto.

    sin embargo, habiendo leído algunos especímenes aqí publicados, asumo qe por tu forma de hablar no te he conocido tanto como por estos relatos...

    soy el responsable de aqel engendro del demonio encarnado en una fotonovela de la qe participaste en diciembre. el parto fue francamente forzoso y los traumas son notables, pero cualquier día te lo muestro, estás en todo tu derecho de presenciar aquello (y optar por la eutanasia llegado el caso).

    yo espero, por otro lado, que puedas seguir escribiendo cosas como la mujer de arena, en ese tono de saudade, padecimiento de las voces eternas.

    un abrazo big brother y que andés bien.

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